Hablar de Querétaro es pensar inmediatamente en el inmenso acueducto que fue construido en el siglo XVIII. Sus arcos alcanzan una altura promedio de 28.5 m y una longitud de 1,280 m.
Si bien, es un referente obligado del estado, hay una historia de amor que acompaña su creación, haciéndolo aún más interesante.
Se dice que cuando el marqués Juan Antonio de Urrutia y Arana llegó a Querétaro, se enamoró a primera vista de Sor Marcela, una monja capuchina, y pesé a que ella también sintió lo mismo, era un amor imposible. No solo los detenía la religión, pues resulta que Sor Marcela era también la sobrina de la esposa del marqués.
Aunque el marqués insistió, no logró hacer que cambiara sus votos; lo que sí logró fue concederle un deseo como muestra de amor: la construcción del acueducto. A cambio, ella prometió rezar por él todos los días como agradecimiento al acueducto y al amor.
Era un mal momento para el estado en abastecimiento de agua higiénica y con este canal se podría llevar agua limpia a cada punto de la ciudad a través de fuentes, una de ellas es “La fuente del Marqués” o la “fuente de los perritos” como también se conoce. Esto como homenaje a quien logró llevar agua a Querétaro.
Otras historias, cuentan que el amor no solo fue platónico, pero esta versión es la más popular.
