No hay plazo que no se cumpla y en esta ocasión llegó el día en que Donald Trump tomó protesta como Presidente de los Estados Unidos. Efectivamente, el pasado viernes 20 de enero se consumó, lo que hace cosa de un año parecía imposible, la llegada de un hombre con todos los antecedentes y las formas políticamente equivocadas para no ser ni candidato ni mucho menos líder de la economía más poderosa del mundo. Sin embargo, llegó el momento de enfrentarnos con los hechos y las consecuencias de la decisión del Colegio Electoral norteamericano.
La agenda comercial de Donald Trump nunca fue un secreto, su planteamiento en campaña siempre fue contra el libre comercio, pero algunos pudiéramos haber pensado que podría suavizar este discurso en caso de ganar la elección, pero no fue así. Trump se ha mantenido en lo dicho, no solo en la palabra sino en los hechos: actuando con el poder que le da ser presidente electo, amenazando a grandes empresas multinacionales, norteamericanas, europeas y japonesas con imponer altos impuestos en sus productos si deciden poner sus plantas de producción fuera del territorio de Estados Unidos, particularmente en México.
El primer Estado de la República Mexicana en recibir un misil del entonces presidente electo de nuestro vecino, fue San Luis Potosí; bastó la amenaza del magnate para que retiraran una inversión de 1,600 millones de dólares que estaba destinada a la construcción de una planta de Ford en tierras potosinas.
El mismo mensaje se mandó a Toyota, con la inminente construcción de la planta en Apaseo el Grande, Guanajuato; se tuvo que generar un comunicado recordando al presidente electo el papel de Toyota como productor y exportador de sus autos a partir de las fábricas instaladas en Estados Unidos, particularmente en San Antonio Texas, donde se produjeron más de 230,000 vehículos de los modelos Tundra y Tacoma.
Sin embargo, el intento de Trump por tirar la inversión destinada a Guanajuato, hizo temblar a más de uno en Querétaro, tomando en cuenta que en realidad el impacto podría ser mayor para los queretanos, por el diámetro territorial de influencia de la planta de Toyota, que para el propio Guanajuato, lo cual provocó nerviosismo por los posibles impactos en la nueva política comercial y laboral de nuestro todavía socio comercial.
Querétaro se ha ido consolidando como un destino creciente de Inversión Extranjera Directa (IED) proveniente de Estados Unidos. Tan solo en el primer semestre de 2016, la inversión norteamericana en el Estado creció un 150 %, ya que pasó de 115 en 2015 a 292 millones de dólares en ese mismo periodo.
Estados Unidos es el principal inversionista en Querétaro, participa en varios sectores de la economía local, como la industria automotriz, el sector aeronáutico, de servicios y alimentos, aunque afortunadamente se ha logrado diversificar gradualmente la composición de la IED en el Estado, en la que ya participan de manera más representativa otros países europeos y asiáticos.
España, Suiza, Alemania, Brasil, Japón, Italia, Francia y Suecia son los países que siguieron a los Estados Unidos en hacer inversiones en la entidad, en diversos sectores, empezando por el aeroespacial, el agrícola y el de las autopartes. Continuar con las políticas de diversificación de la IED puede resultar en una disminución de riesgo ante la incertidumbre que pudieran generar los ataques y posiciones de Donald Trump contra la instalación o reinversión de industria norteamericana en nuestro país y en este caso en Querétaro. Este debe ser un año de planeación y estrategia en materia de inversión, para lidiar de manera exitosa con los caprichos y políticas del nuevo presidente de Estados Unidos.
Colaboración: Arturo Maximiliano García